Las voces de tu voz
haces escurrir un arroyo sobre tu volátil lírica
como una huida de arándanos encarecidos de
milagros.
Y yo me decanto hacía al adagio sideral,
me escapo moroso con tus recitales purpuras,
suben parvadas silbantes
con el desamarre de tu glotis.
Me voy con tu voz ciñendo el profuso nocturno,
desgarrando velos invisibles,
nos vamos con interjecciones aguzadas,
siguiendo el falsete de tus esdrújulas atonas,
liviandad tropical liquida,
eufonía aurea
que se posa en mis pulmones
y desploma el inane vicio del silencio.
Y es que tu voz es amaranto coercitivo,
soya proteica que desarrolla mis afinidades.
Ojalá las hojas pardas cerquen tus vellos,
collar natura, simbiosis jamaica
y fluya la fragancia del jacinto
sobre la moción de tus piernas,
esas que desgastas caminando
y no quieren partir de mí
cuando el día termina.
Es mi cumpleaños
cada que te apareces espabilando la sonrisa,
placebo acantilado que engaña mi aburrimiento,
crisálida de alegría que nace al saberte cerca.
Tu voz me da boletos a parajes de lilas,
a hornos perpetuos,
a este latir de tempestades,
bullir de plata,
tramo de alquitrán,
témpera que impera.
En ti he visto el octavo tono musical
traes pentágramas de cuarzo
y haces en los teatros florales;
olivo al viento
con los bemoles de tu garganta extasiada.
Fuiste la ganadora en la isla de los sonidos,
tu voz se parece a la lira recién bruñida
se parece al timbre de las buenas noticias
se parece al olor irresistible de la mantequilla.
Es tu voz ropa nueva,
selva fucsia,
cofia de holas.
Es tu voz un jabón que limpia mis oídos
del fragor de los ruidos diarios.