Hay orillas que nunca terminan
y se vuelven redondas
como la tierra.
Hay orillas que incitan a ir por ellas;
las del mar por ejemplo
las de una guitarra afinada
o las de una mujer decidida.
Quedarse en la orilla
suena a meta no alcanzada,
pero es necesario visitar otras latitudes.
Ir todo el tiempo por el centro
aunque sea ganando
deja de causar admiración.
Hacerse a un lado
en el momento indicado
muchas veces salva la vida,
una estampida no puede detenerse
simplemente con las ganas
de quedarse parado de frente.
La orilla no priva,
un paso vale,
lo mismo se puede hacer ahí
que en otro sitio.
En teoría debería estar encerrada
pero es más libre que todo lo que encierra
porque también está afuera.
Una línea,
un triangulo,
un rombo,
una casa...
nada escapa a ella
No deben subestimarla
pues puede volverse inacabable.
Hay orillas que nunca terminan
y se vuelven redondas
como la tierra.