C.D. de México un viaje que hice hace año y medio.
También soy amante de la fotografía, no tengo estudio en este campo artístico pero a veces cuando la curiosidad me toma lo hago de corazón.
Suave mutis negligente
vaga al cuarto de hora
la escarcha de palabras repetidas
congela la ciénaga de mi creatividad,
lo diáfano el mundo puede verlo
el coctel homogéneo de elucubraciones
solo a mi me sabe.
Del árbol quimérico
Corto dos frutos,
uno lo escondo de mi mismo
en la virtud de los olvidos
el otro,
lo dejo en la roca de la reflexión
que ahí en días añejos madure.
He sido un tacaño emocional
que no suelta ni la prisa,
la recompensa de no pensar
ha sido estable, no delirios,
fuera dolor fruncido en saludos,
fuera impacto celestial de dicha,
una línea casual aburrida que garantiza
no ser uno prófugo de su propio cuerpo
Mi yo absoluto
pace en el césped de la lejanía
escala el mito de la incertidumbre
danza fulguroso al rugido del león
se desintegra y se une con migajón.
El vientre,
filtros acústicos de sinceridad
espasmos pulcros de lo que soy,
creo que a veces es la misma monotonía
la diferencia:
que quiero ser desgraciado e hilarante
cuando la pluma agite su cosmos indeleble
las tintas del universo filtran en mis tendones
líquidos extraterrenales licuados.
Las estrellas,
masa pueril sin colocación perfecta,
el polvo galáctico fosforece
el alma del escritor lo sigue
impregna un boceto
enmudece al pigmento agitado
es la única mancha de la que conviene
ser testigo afectado
y como cereza un boom sentimental
que decore mis obras
volviéndose apetecibles
muero por sentir las pulsaciones agitadas
que la buena poesía provoca,
el tropel de burbujas convictas explota
que revienten la torre de la opresión
derrumben esos cimientos de nada.
Con la sensibilidad posada en mi palma
para que las letras la rastreen
tiritantes vuelvan,
con versos rasgados,
con cuadros rotos de oraciones,
saturadas de reflejos gimientes,
la mirada de las frases convalecientes
con sus ojos acuosos reclaman.
Las mandé a sufrir,
alejé lo que mas me ha querido
la “i” esta muy delgada
le cuesta siquiera ponerse erguida,
a mis cuidados comían cuando querían
de mis huertos espontáneos alucinantes,
me desgarra verlas desgastadas,
raídas y sin el esmalte transparente
que asperjé algún día intempestivo
acérquense,
vengan todas a mi
que su partida
no ha dejado mas que realidad.